De nuevo playas. Parecería como si mi vida últimamente se tratara sólo de diversión y viajes. Y así es en parte, pero eso no ha impedido que mi cerebro y mi corazón estén día y noche procesando información, ideas, posibilidades; todo enfocado a dar nuevos pasos en el proyecto que es LIRIO.
Por estos días me encontrarán en las mañanas disfrutando enormemente mi práctica de yoga antes de encerrarme en una biblioteca a la caza de información y en las tardes poniendo orden a las ideas. Generalmente, perdiendo un poco la calma ante la magnitud que representa para mi diseñar, alear y martillar una personalidad de empresaria.
Aún faltan varios días como estos para poder concretar un plan y saltar al vacío con alas hechas en casa. Así que mientras llega el momento de anunciar algo interesante les mostraré estos dos tesoros del Caribe que encontré durante estas vacaciones.
En Colombia existe un lugar en donde la montaña de eternos picos nevados se extiende y se desvanece hasta tocar el mar Caribe. Es la
Sierra Nevada de Santa Marta.
A 35 minutos de la orilla del mar, subiendo hacia la Sierra, está Minca y allí,
el Hostal de Oscar, escondido entre montañas de mil verdes, con Santa Marta y el mar a sus pies.
Por estos bosques de guadua y de árboles altísimos pasaban de madrugada los monos aulladores en busca de su desayuno. A veces algunos subían a las copas de los árboles para tomar los primeros rayos de sol.
Varios riachuelos y nacimientos de agua corren por este terreno que hace una década estaba devastado por la ganadería y que Oscar ha venido reparando con su mano verde hasta devolverle la vida. Pronto este lugar se convertirá en una reserva natural. Oscar y Sandra, su esposa, son maravillosos.
Y así, entre caminatas por senderos salvajes, amigos haciendo música y noches de brisa perfumada me enamoré de Minca, de la Sierra y de la vida que llevan nuestros anfitriones del hostal.
En la segunda parte de Tesoros del Caribe: Bajando de la montaña para tocar el mar.