Cuando nuevas las joyas son como un papel en blanco. Ni un rayón, ninguna marca. Luego la atmósfera les va dando una pátina y el mundo las llena de señas.
De vez en cuando me gusta limpiar mis joyas pero casi nunca voy al taller para quitarles los rayones o volverlas a pulir con las máquinas. Prefiero hacerles un tratamiento casero para el cual necesito:
brillametales, del normal en pasta o en líquido
un cepillo de dientes suave
agua caliente
jabón, el de lavar los platos es perfecto porque saca bien la grasa
una toallita o papel absorvente
un trapo suave, preferiblemente de los especiales para brillar metales.
En una esquina del trapo pongo brillametales y empiezo a limpiar suavemente la joya. Si tiene una superficie texturada o rincones inaccesibles uso el cepillo de dientes con un poco de brillametales.
Con otra esquina del trapo retiro la pasta y empiezo a ver como vuelve a brillar mi joya.
Después la pongo en un recipiente con agua caliente y jabón. Espero un momento y con el cepillo de dientes, que he lavado, repaso las superficies y los detalles. Antes de enjuagar, y aquí mucha atención, tapo el sifón.
Sí, a las joyas les gusta irse por las tuberías y eso es muy triste.
Seco muy bien con una toalla o papel y luego le doy una última brillada con una esquina limpia y seca de mi trapo suave.
Una recomedación importante es no pasar las joyas que tienen piedras o cristales de agua muy caliente a agua fría; no tendría porque suceder pero si la piedra llegara a tener alguna grieta es posible que se parta.
Este mismo tratamiento sirve para limpiar las joyas de oro.
Cuando este lavado casero no es suficiente, porque la joya tiene lugares inaccesibles, es mejor llevarla a una joyería para que la limpien con la máquina de ultrasonido o con chorros de aire a presión.
Es inevitable que las joyas de plata se oxiden, es la naturaleza del metal; pero la oxidación se puede controlar un poco guardando las joyas en un lugar seco.
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